#LaHoraDeMLB

Crónica de una redención con sabor a venganza

Cuando Juan Soto rechazó la extensión de contrato de los Yankees en 2024, no solo dijo “no” a millones: dijo “sí” a su convicción. Apostó por sí mismo. Apostó por escribir una historia más grande. Y por eso, lo crucificaron.

Lo llamaron arrogante. Lo acusaron de traicionar a la afición. Lo pintaron como un jugador sobrevalorado, incapaz de cargar con el peso de un contrato de 765 millones de dólares.

🔥 Camisetas quemadas.
🔥 Memes crueles.
🔥 Cánticos de odio en su regreso al Bronx.
🔥 Silencio en las votaciones al All-Star.

Y como si el universo quisiera ponerlo a prueba, su arranque con los Mets fue frío. Bajo promedio. Poca producción. Ausente en el Juego de Estrellas. Los titulares eran lapidarios:

“¿El peor contrato de la historia?”, “Soto no vale lo que cobra”.

Pero Juan Soto no se quebró. Se encendió.

“Estoy de acuerdo con las críticas. No está mal. Pero creo que puedo hacerlo mejor.”

Y lo hizo. En los últimos meses, ha sido una tormenta:

  • 35 jonrones que no solo suman, sino que gritan.
  • 84 carreras impulsadas que cambian partidos.
  • 26 bases robadas que muestran hambre.
  • OBP de .374 y OPS de .770, números que lo devuelven al Olimpo ofensivo.
  • Liderazgo silencioso, enfoque quirúrgico, y una madurez que no se compra con millones.

Hoy, los Mets lideran la División Este con récord de 19-8, y Juan Soto es el corazón de esa máquina.

David Stearns, presidente de operaciones, lo resume así:

“Este tipo ha sido muy, muy bueno. Hay una gran oportunidad de que termine el año siendo un jugador 30-30, quién sabe si 40-30.”

🧠 Pero esto va más allá del béisbol

Soto no solo está ganando partidos. Está ganando una narrativa. Está demostrando que el talento no se mide por el ruido, sino por la respuesta. Que el carácter no se prueba en la gloria, sino en la tormenta.

Fallaron los que apostaron al fracaso.
Fallaron los que pensaron que podían enterrar a un jugador que aún no había terminado de escribir su historia.

Fallaron los que olvidaron que Juan Soto no juega para gustarles. Juega para trascender.

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