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Por La Hora del Sur
La celebración del cumpleaños número 18 del futbolista Lamine Yamal, figura ascendente del FC Barcelona, ha desatado una ola de críticas y acciones legales en España. La Asociación de Personas con Acondroplasia y Otras Displasias Esqueléticas con Enanismo (ADEE) denunció que durante el evento se contrató a personas con enanismo como parte del espectáculo, lo que consideran una práctica discriminatoria y contraria a la legislación vigente.
📚 Marco legal y cultural
La denuncia se ampara en el artículo 18 del Real Decreto Legislativo 1/2013, que prohíbe expresamente espectáculos que utilicen la discapacidad como recurso de burla o mofa. Según ADEE, la participación de personas con acondroplasia en la fiesta no respondió a criterios de inclusión, sino que se instrumentalizó su condición física como elemento decorativo o de entretenimiento. El Ministerio de Derechos Sociales ha solicitado una investigación formal para determinar si se vulneró esta normativa.
⚽ Responsabilidad de las figuras públicas
La presidenta de ADEE, Carolina Puente, expresó que cuando personas con influencia social recurren a este tipo de prácticas, el impacto simbólico es aún mayor. “Transmiten a la sociedad —especialmente a los jóvenes— que la discriminación es aceptable”, afirmó. Este señalamiento abre un debate sobre el papel ético de los referentes deportivos en la promoción de valores inclusivos.

🧠 ¿Qué revela esta controversia?
Más allá del escándalo mediático, el caso plantea preguntas profundas sobre los límites del entretenimiento privado:
- ¿Es moralmente aceptable contratar personas con discapacidad para fines lúdicos, aunque sea legal?
- ¿Qué responsabilidad tienen los organizadores al representar la diversidad humana sin caer en la cosificación?
- ¿Cómo influye el poder simbólico de los ídolos deportivos en la percepción social de la diferencia?
La polémica en torno a la fiesta de Lamine Yamal trasciende el ámbito deportivo y pone en evidencia tensiones entre fama, espectáculo y derechos humanos. En una sociedad que aspira a la equidad, el respeto a la dignidad debe ser un principio irrenunciable, tanto en lo público como en lo privado. Este episodio invita a revisar prácticas culturales que, aunque normalizadas, pueden perpetuar formas de exclusión.
