#LaHoraDeLaReflexión
Por Máximo Cury ✍️
La gratitud es un puente invisible que une lo que somos con lo que hemos recibido. Es la mirada que reconoce el sol tras la tormenta, la voz que susurra «gracias» aun cuando los días han sido duros. No es solo un gesto de cortesía, sino una actitud que transforma la percepción de la vida.
Ser agradecido no es simplemente responder con educación cuando alguien nos hace un favor. Es entender que incluso en lo más pequeño hay un regalo. El aire que respiramos, la comida que nos alimenta, la presencia de quienes nos rodean—todo tiene un valor inmenso cuando aprendemos a verlo con los ojos del agradecimiento.
Quien cultiva la gratitud aprende a vivir con menos peso en el alma. La queja constante es un veneno silencioso que nubla los días y endurece el corazón, mientras que la gratitud es el remedio que ilumina lo cotidiano y hace de lo simple algo extraordinario.
La gratitud también es generosa. Quien es agradecido no solo se siente bendecido, sino que desea compartir su dicha con otros. En una sociedad donde todo parece fugaz y la insatisfacción se ha vuelto un hábito, la gratitud es un acto de resistencia, una forma de recuperar lo esencial.

Ser agradecido no significa ignorar los problemas o conformarse con menos de lo que se merece. Es, más bien, el poder de ver lo bueno incluso en medio del caos, el coraje de reconocer lo que ya se tiene antes de añorar lo que falta.
Así, el gran valor de la gratitud radica en su capacidad de hacer que cada día tenga un propósito más profundo. Porque cuando el corazón se llena de agradecimiento, hasta los momentos más sencillos se convierten en un tesoro.