#LaHoraDeLaVerdad
Por Máximo Cury
En el deporte, como en la vida, la verdad es el terreno de juego. Sin ella, no hay reglas que respetar, ni méritos que reconocer, ni justicia que celebrar. Cuando un atleta finge una falta, cuando un árbitro se vende, cuando una federación encubre, el espectáculo se convierte en farsa. El público lo percibe, los jóvenes lo aprenden, y el espíritu del deporte se marchita. Porque ningún deporte puede triunfar en base a las mentiras.
Lo mismo ocurre con la sociedad.
Una nación que tolera la mentira como herramienta política, como estrategia empresarial o como norma cultural, está condenada a erosionar su confianza interna. La mentira, cuando se institucionaliza, no solo distorsiona la realidad: la reemplaza. Y cuando la verdad se vuelve irrelevante, lo que queda es una competencia de narrativas, no de hechos; una lucha de poder, no de principios.
La verdad como base del contrato social
Toda convivencia civilizada se sostiene sobre un acuerdo tácito: que la palabra dada tiene valor, que los datos importan, que las instituciones dicen lo que hacen y hacen lo que dicen. Cuando ese pacto se rompe, la ciudadanía se vuelve escéptica, los jóvenes se desencantan, y los oportunistas se multiplican. El resultado es una sociedad donde la astucia vale más que la ética, y donde el cinismo reemplaza a la esperanza.
Mentiras que se aplauden, verdades que se castigan
Vivimos tiempos en los que el que miente con convicción es aplaudido por su “habilidad”, mientras que quien dice la verdad con firmeza es tildado de ingenuo o subversivo. Esta inversión moral no es sostenible. Así como un equipo que gana haciendo trampa pierde el respeto de su afición, una sociedad que progresa sobre falsedades pierde el alma en el camino.
La verdad no es perfecta, pero es fértil
Decir la verdad no es garantía de éxito inmediato. A veces es incómoda, a veces duele. Pero es la única semilla que puede dar frutos duraderos. En el deporte, la verdad permite que el talento florezca, que el esfuerzo sea recompensado, que el juego inspire. En la sociedad, permite que la justicia funcione, que la educación forme, que la democracia respire.
Por eso, si queremos construir una sociedad que valga la pena heredar, debemos empezar por exigir la verdad en todos los terrenos: en la cancha, en el Congreso, en las aulas, en los medios y en nuestros propios hogares.
Porque ningún deporte puede triunfar en base a las mentiras.

Y tampoco una nación.