#LaHoraDeLaPolitica
La política dominicana avanza entre el pragmatismo y el desafío. En un escenario donde los líderes de antaño vuelven a la mesa del diálogo y el gobierno busca consolidar su imagen internacional, la pregunta sigue siendo: ¿se está fortaleciendo la democracia o simplemente se está ajustando el guion electoral?
El encuentro entre Luis Abinader, Danilo Medina, Leonel Fernández e Hipólito Mejía es un paso interesante en la construcción de un consenso sobre temas clave como la crisis haitiana. Pero no nos engañemos: el acercamiento entre figuras históricamente enfrentadas no siempre implica un avance real. En el pasado, la política dominicana ha estado marcada por pactos que diluyen la confrontación pública pero no resuelven los problemas de fondo.
Mientras tanto, la diplomacia sigue su curso. La reciente visita de Serguéi Lavrov deja claro que República Dominicana juega en el tablero geopolítico con un discurso de equilibrio, buscando alianzas estratégicas sin comprometer su relación con Estados Unidos y la Unión Europea. En tiempos de redefinición global, cualquier movimiento en esta dirección tiene implicaciones de largo alcance.
Sin embargo, en la calle el pulso es otro. La inflación, la lucha por empleos dignos y el acceso a servicios esenciales continúan siendo los verdaderos temas de conversación entre los ciudadanos. Más allá de los encuentros diplomáticos y las reuniones políticas, la gestión gubernamental enfrenta el reto de convertir sus logros económicos en bienestar tangible para la mayoría.

Con las elecciones cada vez más cerca, los partidos afinan sus discursos y estrategias. La oposición se enfrenta al desafío de capitalizar el descontento sin caer en la mera crítica, mientras el gobierno busca reforzar la percepción de estabilidad y progreso. En este juego de narrativas, la clave está en qué tanto logra cada actor político conectar con las preocupaciones reales de la sociedad.
Así que aquí estamos, entre acuerdos estratégicos, reconocimiento internacional y necesidades urgentes. La política avanza, pero la pregunta sigue abierta:
¿estamos construyendo un futuro sólido o administrando el momento?
La respuesta dependerá de las acciones que vengan después de las palabras.