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Un bar en San Petersburgo (Rusia) muestra una cartulina con la imagen de Donald Trump
ANATOLY MALTSEV (EFE)

En un movimiento que ha sorprendido a muchos observadores políticos, el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha manifestado públicamente su disposición a romper relaciones con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en favor de estrechar lazos con Rusia.

Trump ha acusado a Zelenski de no cumplir un acuerdo previo, que según el exmandatario, estipulaba que Ucrania otorgaría acceso a sus minerales como compensación por la ayuda militar y financiera que Estados Unidos le ha proporcionado. Este acuerdo, asegura Trump, formaba parte integral de la estrategia de apoyo a Ucrania frente a la invasión rusa.

Por su parte, Zelenski ha rechazado estas acusaciones, afirmando que nunca hubo un acuerdo concreto sobre la entrega de minerales ucranianos y que cualquier ayuda recibida estaba destinada a garantizar la seguridad y defensa de su país. Según Zelenski, ceder recursos naturales sin garantías de seguridad pondría en riesgo la soberanía y la estabilidad de Ucrania.

El exmandatario estadounidense ha insistido en calificar a Zelenski de «dictador», sugiriendo que su gestión no ha sido transparente y cuestionando su lealtad a los compromisos internacionales. Esta postura ha generado controversia y ha sido interpretada por muchos como un intento de Trump por acercarse a Rusia, un país con el que siempre mantuvo una relación ambigua durante su presidencia.

La situación plantea interrogantes sobre el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y Ucrania, especialmente si Trump decide postularse nuevamente para la presidencia en las próximas elecciones. Mientras tanto, la comunidad internacional observa con atención cómo se desarrollarán los acontecimientos y qué impacto tendrán en la geopolítica global.

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